LA SINGULARIDAD DE UN SISTEMA
Recorrer el mundo del corcho: he aquí un reto para el viajero. Un viaje largo, múltiple, intenso, rico en sensaciones, que le llevará, finalmente, al conocimiento de la diversidad de un sistema. Un magnífico objetivo para nuestro tiempo de vacaciones y ocio.
Lluís Medir HuertaLos paisajes y los asentamientos humanos que los pueblan están, en la mayor parte del mundo, íntimamente ligados. El homo sapiens, en tanto que especie, ha modelado, haciéndolos evolucionar, los paisajes originales.
No obstante, esta actividad ha tenido, tiene y tendrá, formas e intensidades diversas que dan como resultado paisajes más o menos humanizados, más o menos sustituidos después de su destrucción parcial o total, más o menos conservados aún después de sufrir su proceso de colonización.
Los alcornocales ocupan únicamente una pequeña parte de nuestro planeta: se desarrollan en el Mediterráneo (desde Croacia hasta la Península Ibérica en Europa y en buena parte del Magreb), así como en la vertiente atlántica de Marruecos, Portugal y el suroeste de Francia. La extensión es grande en sí misma pero reducida a escala planetaria. Su ubicación es estratégica por ocupar buena parte de uno de los nudos de las principales civilizaciones mundiales: la greco-romana primero, el islam y el cristianismo después.
Debido a todo ello, el alcornocal ha sido explotado a lo largo de miles de años, lo que no ha impedido que haya llegado a nuestro tiempo en un estado de conservación más que aceptable. Esta situación se explica ya que lo más apreciado del alcornocal es la corteza del árbol, el corcho, una parte renovable que se saca periódicamente y de esta manera asegura la continuación del sistema.
Es sobradamente conocido que el Mediterráneo y sus zonas adyacentes constituyen un extraordinario puzle de lenguas, culturas, paisajes y climas. A muchas de ellas, las que convienen a las exigencias de suelo y clima del alcornoque, se adapta nuestro árbol, constituyendo un paisaje singular y diverso.
El uso principal del corcho, los tapones, ha obligado a las comunidades corcheras a colonizar el mundo, mucho más extenso, de su principal aliado: el vino. Ésto ha obligado a las áreas corcheras a evolucionar y a sus poblaciones a viajar, les ha dado un carácter cosmopolita fruto de los intercambios y de la progresiva revolución industrial que exigió dicha producción.
Por todo ello hemos llegado a una interesantísima situación: el mundo del corcho ha evolucionado hacia la modernidad conservando sus esencias. Hoy, los pueblos corcheros y sus paisajes son un mosaico irrepetible de una gran riqueza natural y antropológica.
Para el viaje constituyen todo un mundo a descubrir: montañas y llanuras con bosques espesos, impenetrables por la densidad de su estrato arbustivo, dehesas inmensas con ejemplares magníficos y despejados horizontes interminables, bosques atlánticos menos avaros en la economía del agua, a la vez que generosos mostrándonos su flora de musgos y líquenes. Y a la vera de todos ellos, aldeas, pueblos y ciudades que se han industrializado, que se han especializado en el cuidado silvícola, que conservan, orgullosos, su ancestral condición de municipios corcheros.
En todos estos núcleos existe un urbanismo peculiar, tienen su arquitectura, su patrimonio cultural, su arqueología, ofrecen su gastronomía propia y en sus muchas lenguas nos hablan y explican lo común: el alcornoque, el corcho, su historia y aplicaciones, su uso y su belleza.
Recorrer el mundo del corcho: he aquí un reto para el viajero. Un viaje largo, múltiple, intenso, rico en sensaciones, que le llevará, finalmente, al conocimiento de la diversidad de un sistema. Un magnífico objetivo para nuestro tiempo de vacaciones y ocio.